Bebes cambiados por contraseñas y abandonados entre rocas

Esto que les relataré es recogido de un artículo de una conocida revista de mediados del siglo pasado. Dice cierta revista neoyorquina que un matrimonio llegado a la metrópoli, desde Winnipeg, con el objeto de oír cantar a la célebre Melba, dejó su pequeño de edad 18 meses, encargado a la vigilancia del guardarropa, en el Teatro de la Opera, recibiendo, a cambio, la acostumbrada contraseña. Ni más ni menos que si se hubiera tratado de un bastón o un abrigo.

Cuando terminó la presentación recogieron los amorosos padres a la infeliz criatura, quien se había pasado cinco horas durmiendo a pierna suelta sobre un montón de gabanes. No dice la nota si las prendas quedaron con alguna señal húmeda de la criatura, mas, pensando lógicamente, hay que pronunciarse por una afirmativa respuesta.

Afortunadamente en Chile no he encontrado una historia similar (hasta ahora), sin embargo, he encontrado otras en las que los padres buscan desesperadamente deshacerse del bebe cuando descubren que en sus brazos están cargando por ejemplo al mismísimo diablo y otros desdichados recogen creyendo que están haciendo una buena obra.

Una de esas historias es la que encuentro en la versión de Luis Urzua Urzua y rescatada por Oreste Plath que nos cuenta la historia de una noche especial de celebraciones por la fiestas del Carmen de Chitita, después del baile de la procesión, cuando un campesino que iba ya regreso a su casa, siente el llanto de una criatura, siguiendo este llanto encuentra abandonada entre las piedras un pequeño de pocos meses.

Se bajó del caballo y lo recogió tratando de tranquilizarlo, luego monta su caballo acomodando el delicado bulto que cargaba al tiempo que pensaba en la madre que seguramente estaría embriagada por las fiestas, olvidando sus sagradas obligaciones.

A poco andar miró al pequeño para comprobar si estaría dormido, pero al despejar el rostro de la criatura se da el susto de su vida al ver que el bebe echaba candelas por la boca, mostrando unos dientes de bestia. ¡El diablo!, dijo, y lo botó al fondo de la quebrada, convencido de que era el mismo demonio y agarrando las riendas firmemente huyo del maldito sendero. … ¿usted señor lector, tiene alguna historia de desdichadas criaturas?